Andrés “Vasco” Biscaisaque nos presenta Finca Los Dragones, en el Valle de Calingasta

Los vinos llevan el nombre de los cerros. Los cerros fueron nombrados a partir de su ascenso. De la provincia de Buenos Aires al Valle de Calingasta, Andrés “Vasco” Biscaisaque nos cuenta sobre su presente relacionado con la vitivinicultura del valle sanjuanino.

Andrés “Vasco” Biscaisaque llegó a por primera a vez a Barreal (Valle de Calingasta), a los 24 años. Fue con la intención de escalar las montaña sanjuaninas y allí también se enamoró del lugar, y del vino tanto que fundó Finca Los Dragones, que nació además como un proyecto de vida. En nuestra visita nos encontramos con otro de los importantes proyectos que ofrece el valle. Acá probamos algunos de los malbecs más ricos de esta zona, que sin llegar al \”extremo\” muestran el lugar y la visión a largo plazo que quiere ofrecer el \”Vasco\” en todo su concepto.

Por Jorge Cabrera

Yo elegí este lugar por las montañas, por su gente; pero no por el vino. Después el vino llegó a mi vida. Ahora, sí lo elegiría por el vino también. Me encantan los vinos de acá; me conmueven, pero si no estuvieran las montañas, nada sería lo mismo”, agrega el Vasco y mira con fascinación todo el entorno valletano.

El “Vasco” sigue su relato y siempre las montañas tienen protagonismo, ya que se dedicó muchos años de su vida a enseñar a escalar, a ser guía, a organizar expediciones y  logística de montaña. De hecho, por las montañas aparece el nombre de la bodega y el de todos sus vinos, que identifican a los cerros de la zona: Alfil, Los Dragones, entre otros. “A su vez, esos nombres de cerros vienen de situaciones concretas mientras los ascendíamos. Eran cerros vírgenes, montañas perdidas de más de 5.000 metros de altura, montañas sin ascenso. Así fue que empezamos a explorar esas zonas y a bautizar cada cerro”, cuenta.

Alfil surgió por aquellas interminables partidas de ajedrez en el interior de la carpa, mientras escalaban. “Veíamos una quebrada diagonal muy marcada y el nombre salió naturalmente”, dice y sigue: “El cerro Los Dragones era el más alto de San Juan que quedaba sin ascender y cuando comenzamos la subida encontramos en los valles inferiores a un grupo de arrieros con sus cabras. Tres de ellas comenzaron a seguirnos hasta arriba. Las quisimos hacer bajar porque arriba no había comida. Les derretíamos hielo para que tomaran agua; dormían con nosotros en las carpas. Cuando subimos la última parte del cerro, para hacer cumbre, nos esperaron en el campamento. Le pusimos cerro Los Dragones porque les veíamos cara de dragones a esas cabras y porque eran muy valientes. Cuando emprendimos la vuelta, encontramos a sus dueños y las dejamos con ellos. Fue una gran experiencia”.

Las cepas y sus vinos

Bonarda de Hilario fue la primera uva elaborada en la bodega de Andrés; “un vino impresionante”, según sus palabras. Ahora, están más volcados al Malbec y al Syrah. “También, ahora estoy tratando de microvinificar todos los malbecs de la zona, para encontrar lo que más me gusta. En nuestra finca (de clima más frío, ya que es la zona sur de Barreal) tenemos plantado Malbec (un poco más de 1 hectárea), y a esa cepa es a la que estoy apuntando, además de la garnacha”, aclara.

Pero como también decidieron replicar las viñas históricas del valle, en su finca, plantaron Bonarda, Moscatel Blanco y Criolla Chica, que –según el entrevistado- tiene una expresión espectacular (fina, delicada).

“Queremos acompañar a otros proyectos de la zona que también van por ese lado de resguarda lo antiguo, pero sin descuidar al Malbec porque creo que es la uva argentina y la expresión del Malbec en el valle es buenísima. Es muy particular, muy personal. Es una expresión austera, súper bebible, muy elegante y tiene mucho potencial”, explica.

En cuanto a los vinos, Andrés comenta que su objetivo es que sean el reflejo del lugar, lo más sinceros posibles; que cuando uno pruebe la fruta y luego pruebe el vino tengan una lógica, que sean elegantes, bebibles, que sean ricos, frescos y que no cansen. Actualmente, elaboran 14.000 litros y siguen creciendo. Esperan llegar a los 60.000 en dos años, aproximadamente.

Algo interesante, antes de terminar la charla con Caminos del Vino, Andrés aclara: “No utilizamos productos químicos. Para que el agua que sale de la bodega sea aprovechable, porque vivimos en un desierto, es tratada en una planta para  que, luego,  pueda ser utilizada para regar. No es agua potable, pero sí es apta para riego”.

Agradecimiento: Posada el Mercedario y Grupo Alta Sur

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