Simón Tornello llegó hace dos años a Villa Pituil, uno de los tantos parajes en Barreal; exactamente, al sur de Calingasta, en la margen derecha del río Los Patos. Allí se instaló y decidió que ese sería el lugar en el que elaboraría sus vinos. Su bodega –bodeguita, según sus propias palabras- se encuentra en la ruta que antiguamente tomaban los arrieros para llevar a los animales a la cordillera. Su proyecto se llama 35.cinco y recién este año lanzó sus vinos al mercado.
Por Jorge Cabrera
“En 2020 hice la primera vendimia en Villa Pituil. Elaboré 2.500 litros. Son partidas cuidadas, reducidas, limitadas. Este año ya elaboré 4.000 litros. El objetivo es elegir bien las parcelas y el momento de cosecha. Me gusta lograr una elaboración con muy poca intervención de insumos externos, pero con mucha intervención en cuanto al tiempo y a la atención en todo el proceso de fermentación”, relata Simón, quien además de ser el winemaker es el responsable de la comercialización y de todas las áreas en general.
Caminos del Vino en su recorrido por el valle sanjuanino, llegó a esta bodega y en la charla con su dueño encontró un concepto recurrente en boca de Simón: enología de intérprete. ¿A qué se refiere con este término?, lo explica claramente.
“Más que vinos de autor, porque hay muchos autores, me gusta decir que hago vinos de montaña. El concepto de vinos de Calingasta para mí es que los vinos reflejen el lugar; reflejen la característica del clima; que tenga que ver con la impronta de la gente. Es tratar de interpretar el momento de cosecha para que se expresen, de la mejor manera posible todas las características de la uva. Me parece que ese es un poco el aporte que se puede hacer desde la enología: tratar de llevar a la botella la expresión de la uva que tiene un sinnúmero de factores atrás”, cuenta.
La enología de intérprete
Para Tornello, hablar de enología de intérprete tiene un trasfondo vinculado a la historia del lugar en el que se encuentra su bodega. “Para mí, Calingasta tiene una cuestión muy importante y es que tiene mucha fuerza. Por un lado, en los últimos 20 años es el departamento de San Juan que ha experimentado un crecimiento vitícola muy grande y de bodegas que se han instalado en la zona; además de nuevos viñedos, variedades internacionales y un esquema tecnológico que le da al valle una potencialidad muy grande. Por otro lado, es una zona con una tradición vitivinícola tan arraigada que es algo muy poderoso para el departamento en su conjunto”, continúa su relato mientras presenta su bodega.
En resumen
Simón considera que es un pueblo que tiene una impronta cultural muy vinculada con la vitivinicultura y eso es lo que le da un marco muy importante al valle. Prueba de esto es que, por ejemplo, Hilario (paraje de Calingasta) cuenta con una vitivinicultura de más de 80 años; hasta en las casas de familia hay parrales o viñedos. Además, las uvas tienen una cantidad de recursos genéticos que las hacen únicas y muy diversas. Hay un abanico de variedades; en algunos casos, ni siquiera están descriptas en los bancos el país.
“Aquí, encontrás nuevas variedades viejas; son antiguas, datan de años, pero son desconocidas”, afirma y enumera algunas como algún tipo de moscatel o criolla.
El proyecto 35.cinco en detalle
Simón no se cansa de repetir que su proyecto es de partidas chicas, limitadas. Hoy, en el mercado hay tres vinos de su bodega. Uno es el torrontés sanjuanino, Hilario. Un vino sin filtrar que tiene una coloración más dorada y con una carga aromática bastante difícil de relacionar con un torrontés riojano. “Más floral –aclara-, con rasgos minerales”.
Por otro lado, elabora un corte de bonarda y malbec, cosecha 2019, Trahumante. Es el vino joven de la casa, que antes de salir al mercado ha tenido unos meses de botella. Por último, ese mismo corte, pero cosecha 2017 y con un pasaje de madera, es su vino reserva, denominado Calingasta y del que elabora unas 600 botellas.