Así lo entiende el ingeniero agrónomo Pancho Bugallo, uno de los cuatro socios de la Bodega Cara Sur, en el Valle de Calingasta, dedicada, en gran medida, a la vitivinicultura antigua, típica de la zona. Nuestro paso por su bodega fue breve para todo lo que podríamos haber aprendido de la zona y de sus vinos, que son 100% gastronómicos. Con un blanco se podría comer una entraña jugosa y con un tinto cualquier pesca del día. Son vinos transparentes, que \”intentan\” esquivar a la bodega para mostrar la frescura de la fruta tal cual proviene del viñedo (90 % del paraje Hilario a 1550 msnm) . Esta es otra de las imperdibles bodegas que tenés que visitar en el valle.
Por Jorge Cabrera
Pancho Bugallo es uno de los responsables de la bodega Cara Sur, en el Valle de Calingasta, en San Juan. Allí, junto a Sebastián Zuccardi, Marcela Vanini y Nuria Añó decidieron emprender, en 2011, la elaboración de vinos, impulsados por el interés de conocer la viticultura del lugar, descubriendo que Calingasta tenía una historia vitivinícola antigua que, en algún momento, había tenido su época de esplendor.
“Los vecinos te cuentan cómo iban con su damajuana, hasta la bodega, a comprar vino. Hoy hay dos generaciones que ya se han quedado afuera de esa actividad, conservan en sus casas los antiguos parrales, las barricas, las prensas, pero no las saben usar”, relata Pancho y continúa: “Cara Sur encuentra esa riqueza, esa historia… y para un valle que se quiere desarrollar y quiere comunicar el lugar y sus vinos tener esa base es clave y facilita mucho el camino de quienes trabajamos aquí”. Comenta Pancho.
Asentado en el lugar, junto con su familia, el joven ingeniero agrónomo asegura que “lo que estamos haciendo hoy es esa interpretación de lo que pasó hace mucho. Que las familias recuperen toda esa historia pasada, le da un plus a Calingasta y lo valoramos. Gracias a todas esas historias del pasado, nuestros proyectos son más lindos para contar, son más interesantes y tienen más contenidos. Cara Sur se encuentra con eso y nosotros encontramos un lugar para vivir y una actividad que también elegimos para vivir. Dijimos hay viticultura, hay viñas antiguas… hay potencial”.
En referencia a la actividad, en Cara Sur están abocados a esa viticultura antigua. “Formar parte de esta viticultura nos gusta mucho y estamos convencidos de que las viejas viñas que hay en Argentina, sobre todo de variedades antiguas y criollas, nos dan una base de genética que puede servir para un montón de cosas; tener esto es muy importante para el sector productivo y técnico. Pero para que eso se mantenga tiene que haber proyectos que traten de agregar valor y rentabilidad”, comenta.

Mucho más que un proyecto de vinos
Cara Sur no es solamente un proyectos de vinos que habla del Valle de Calingasta. Es también un proyecto de recuperación y de resguardo de un patrimonio vitícola que pertenece al Valle de Calingasta, a San Juan y a Argentina; al menos así, lo entienden sus creadores.
También es un proyecto de amigos. “Queríamos hacer un proyecto juntos, porque este lugar nos enamoró a los 4 que formamos parte. Trabajar en Cara Sur es una excusa para juntarnos. Somos dos familias, para compartir y para que nuestros hijos compartan la actividad”, dice con orgullo Pancho.
En la actualidad, casi el 90 por ciento de la uva que vinifica la bodega viene de un paraje llamado Hilario, en el margen derecho del río Los Patos, muy cerca de la precordillera. Sus suelos tienen 3 terrazas. “Nuestras dos parcelas pertenecen a la terraza más alta y este año vamos a hacer una parcela de uvas blancas que pertenece a la terraza más cerca el río; por lo tanto, son suelos aluviales. Pero creo que lo más importante es que Hilario marca el carácter y la interpretación del lugar es el entorno. Ese entorno son muchos árboles añosos que antes encerraban a fincas llenas de frutales, de parrales, de pastos, animales. La viticultura formaba una parte importante, pero además todas las familias se abastecían de lo que daban esas fincas”.
En cuanto al trabajo específico de los vinos, Pancho se adelanta: “somos viticultores. El 90 por ciento de nuestro trabajo está en la viña. Y en la bodega hemos ido definiendo protocolos muy sencillos de elaboración de cada variedad que hacemos; que tiene sus matices de acuerdo a la añada, pero tratamos de que nuestro trabajo en la viña llegue lo más puro posible a la bodega”.
Por otro lado, todo el equipo considera que el hormigón es el material que en su proyecto les permite llegar mejor a esos vinos o a esa interpretación de los vinos. Fermentan en hormigón y guardan en hormigón. “Tenemos protocolos: desde los vinos tintos que los hacemos 100 por ciento con racimos enteros pisados con los pies, hasta la criolla chica que la descuajamos al 100 por ciento y los moscateles tintos que les hacemos una técnica que se llama doble mosto; contrario de una sangría, se le pone menos piel y más jugo”.
Toda la zona cultivada en el valle está en los márgenes de los tres ríos que lo rodean. Es así que todo se riega con el agua que aportan esos ríos, que son de deshielo. “El valle está sobre un suelo aluvional que tiene mucha piedra y que el punto más bajo, de punta a punta, es el río. Entonces, el valle tiene mucha agua pero también es un valle es muy eficiente porque el agua que no se utiliza o se usa de más vuelve al río. Es un valle muy sano. No tenemos plagas, no tenemos enfermedades. Nuestra viticultura no usa nada de agroquímicos. Por lo tanto, el agua que estamos devolviendo a la cuenca es agua que no está contaminada”, comenta.
Antes de finalizar la charla con Caminos del Vino, Pancho enfatiza en un punto que fue común a lo largo de toda la entrevista. “Estamos en un valle vitícola inmerso en una comunidad y lo maravilloso que hoy pasa es que esa comunidad está tomando a la viticultura como una actividad local y propia. Durante la vendimia todos observan esta actividad; se empieza a valorar más a los vinos del lugar. La viticultura tiene esa magia de poder generar todo un desarrollo alrededor y que tiene que ver con el turismo y la gastronomía, que se traducen en trabajo si se logra mejorar la calidad de vida”.
Según Pancho, es evidente que no hay que hacer mucho para que Calingasta atrape y maraville. El potencial lo tiene. “Todo depende de personas y proyectos que decidan tomar todo eso y ofrecer todos los servicios. El lugar sorprende y es lindo. Y depende de los habitantes y de los que decidan habitar este suelo. Hoy, por suerte, se están desarrollando proyectos chicos que apuestan por el lugar”.

Agradecimiento: Posada el Mercedario y Grupo Alta Sur