A punto de cumplir una década en la bodega de Luján de Cuyo, el enólogo habla de su presente, sus desafíos, los puntajes de la crítica especializada y repasa los vinos que elabora actualmente.
Por Jorge Cabrera
A pocos días de cumplir una década como enólogo en Terrazas de los Andes, Gonzalo Carrasco asume su función como un sueño cumplido. Hace casi 20 años (2002) tuvo un paso corto por esta bodega y luego decidió viajar, recorrer el mundo y hacer vendimias en otros lugares. Pero siempre pensó en volver a esta casa que le dio sus primeras armas. “Siempre supe que quería regresar para desarrollarme y trabajar como enólogo o técnico en Terrazas”, asegura.
Amante de las actividades de montaña y biker de nacimiento, Gonzalo hace un balance y admite que está en una etapa de absoluta felicidad en el plano personal y laboral, “hoy me siento con la madurez suficiente como para criticar y evaluar nuestra propia labor en búsqueda de algo mucho mejor”, agrega.
Puntajes
Recordemos que la bodega, especialista en vinos de altura, fue galardonada recientemente con excelentes puntajes, como por ejemplo, en el ranking Atkin con ocho etiquetas: Reserva Cabernet Franc 2019 recibió 90 puntos, Grand Chardonnay 2020 se destacó con 96 puntos, Parcel Los Cerezos y Licán Malbec 2018 obtuvieron 94 puntos, para Parcel Los Castaños y El Espinillo Malbec 2018 fueron 96 puntos, por su parte Reserva Malbec Rosé 2020 obtuvo 91 puntos y el Reserva Sauvignon Blanc 2020 se llevó 92 puntos.
Estos nivel de reconocimientos, que no es novedad ya empiezan a mostrar una gran consistencia en las líneas que Gonzalo tiene a cargo. Pero lejos de encegecerse por el brillo de este tipo de evaluciones, él tiene una mirada más cauta y con cierta lógica del tema, de la cual profudizamos en el párafo de abajo.
La crítica internacional
Éste es tema que siempre surge en una conversación con enólogos, el de la crítica internacional y los puntajes que se les otorgan a los vinos. Al respecto, Carrasco fue contundente: “Si bien se trabaja mucho para lograr la mejor caliddad en cada lína de vinos, los puntajes también tienen algo banal, fruto de la casualidad, de cómo está el vino en ese momento, de cómo lo sintió el degustador. Suele suceder que a veces hay grandes vinos mal puntuados, como vinos, no tan buenos y son excelentemente bien puntuados”.
Al igual que otros tantos colegas, el joven enólogo también cree que un puntaje es una referencia aleatoria de alguien, ni más ni menos que una opinión que, transformada en un número, significa algo de acuerdo a quién lo diga. “En cambio, yo pienso que un vino habla de filosofía de trabajo y de creencia. Ahí es donde yo me baso; y lo que trato es lograr una sinceridad, una coherencia cada vez mayor entre mi persona, mi creencia y mi gusto con los vinos que hago”.
Gonzalo asegura que ha corrido con suerte en Terrazas de los Andes, ya que pudo influir en el camino de los vinos que hoy se elaboran en la bodega. “Vamos hacia un estilo con el que me identifico y que marca el futuro de lo que sueña todo el equipo de trabajo. En este punto, me siento un privilegiado: hago vinos que me encantan y que van con el estilo de la bodega; creo que estamos en una buena coexistencia. Trato de estar en cada vino que hago; mis creencias están en cada uno de esos vinos”.
Puntos Atkin: Reserva Sauvignon Blanc 2020 se llevó 92 puntos, Grand Chardonnay 2020 se destacó con 96 puntos, Reserva Cabernet Franc 2019 recibió 90 puntos, Parcel Los Cerezos y Licán Malbec 2018 obtuvieron 94 puntos, para Parcel Los Castaños y El Espinillo Malbec 2018 fueron 96 puntos.
Entre blancos y tintos…
Carrasco hace un repaso entre los blancos y tintos de Terrazas de los Andes y comenta que, en la actualidad, los blancos son todos monovarietales con algunas excepciones que incluyen un corte. En los blancos buscamos básicamente frescura. Por ejemplo: el torrontés, que es frescura y elegancia, complejidad y coherencia, tiene que sorprender tanto en nariz como en boca. Lo mismo tiene que ocurrir con el sauvignon blanc: sin ser demasiado exuberante en boca, sí queremos un vino que se presente aromático, con cierta densidad, con frescura y con acidez”.
En resumen: vinos blancos que sean balanceados, equilibrados aromáticamente y gustativamente, y que la acidez sea el componente que lleve el vino hacia atrás en profundidad.
En tanto, para Gonzalo, el vino tinto es textura, es expresión que se siente mucho en boca; la nariz tiene que ser importante pero no es más que la primera impresión. “Lo más importante para mí es la boca, es donde sentís el peso, la estructura, si un vino es de guarda o no, si es simple o complejo, si es denso o fluido. Hay que concentrarse en eso, porque ahí es donde hay que impactar: en la boca, en el equilibrio; y a veces, impactar significa ser sutil o pasar desapercibido. Impactar es la combinación perfecta de los componentes, en el equilibrio, en la suavidad, en la sutileza”, concluye.
Línea Parcel, de Terrazas de los Andes
La línea Parcel está compuesta por 4 vinos que provienen de 4 zonas distintas. Nace en 2008, con Las Compuertas y Altamira; luego, en 2014 se suma Los Chacayes y en 2017, Gualtallary, con El Espinillo.
“La idea inicial fue siempre la misma, pero el concepto vino se fue modelando con el tiempo hasta llegar a hoy con vinos que reflejen el lugar, el origen, con personalidad y con tipicidad de la variedad. Siempre tratados con las manos delicadas de Terrazas para que reflejen lo mejor de estos lugares”, comenta Gonzalo Carrasco.
Conceptualmente, son parcelas que fueron seleccionadas por algún motivo en especial y lo que se intenta mostrar es algo excepcional del lugar.
En Las Compuertas, (1070 metros) –cita el enólogo como ejemplo- las uvas se encuentran en la última parcela que es la 10, sobre Panamericana, lugar donde más influencia tuvo el piedemonte y donde hay más piedra (tipo ripio, chiquita, angulosa). Esa es una característica del lugar, con viñedos de 100 años. El resultado es un perfil típico de Las Compuertas con suavidad, pero con una concentración y una profundad frutal muy especial.
Los Castaños (Altamira, 1100 metros), también con viñedos plantados en los noventa, encontramos suelos muy heterogéneos en su composición, piedra y arena y profundidad muy variable. “Para este vino, elegimos una parcela con suelo muy homogéneo; entonces, decidimos separar esa parte y así, obtenemos vinos de calidad muy constante y con mucha facilidad para definir el punto de cosecha.
En el caso de Licán (Los Chacayes, 1250 metros) también son suelos sumamente heterogéneos, con gran pendiente donde ha corrido el agua durante mucho tiempo, arrastrando material, erosionando y rompiendo el suelo. Esto hace que presente grandes ondulaciones”. Aquí, seleccionaron una orilla del cuartel, que es festoneado y son 4 claros que se van moviendo del cuartel 12 con orientación sur. Ahí hay una homogeneidad más interesante.
El último vino, El Espinillo, (1630 metros) viene de una parcela donde el suelo es más profundo, tiene más arena. De allí, surgen vinos de baja graduación alcohólica, con un perfil herbal, floral, frutado muy agradable y estimulante, y en boca tiene una fluidez, una textura muy apreciada. En su conjunto es un vino que no parece malbec; “sino un syrah de zona fría” describe Gonzalo.