Entrevista con Pedro Pelegrina, presidente del Consejo de Enólogos de San Juan
El Valle de Calingasta (I.G.), en San Juan, atraviesa un momento de crecimiento sostenido que lo posiciona como una de las regiones vitivinícolas emergentes más prometedoras de Argentina. En los últimos años, pasó de tener apenas 70 hectáreas cultivadas a superar las 300, lo que lo convierte en el departamento que más ha crecido en superficie de viñedos y bodegas en la provincia.
La particularidad de su terroir lo distingue: se ubica entre los 1.500 y 1.600 msnm, lo que lo convierte en la zona vitivinícola de mayor altura con Indicación Geográfica del país. Su territorio comprende localidades como Barreal, Tamberías, Hilario y Sorocayense, cada una con características propias que enriquecen la diversidad del terruño.
Los suelos aluvionales con piedra volcánica y capas de limo en algunos sectores, combinados con un clima de altura, veranos largos y ventosos y una sanidad natural excepcional, generan condiciones únicas. “Lo que se plante aquí tiene un encanto. Desde Malbec hasta Garnacha, Marcelán o Sauvignon Blanc, todo se expresa con carácter. Es un valle que no tiene techo”, afirma Pedro Pelegrina, presidente del Consejo de Enólogos de San Juan.

Un diamante en bruto
Calingasta ofrece diversidad de nichos productivos, desde Barrial hasta Villanueva. Aunque predominan las tintas (90%), empiezan a aparecer proyectos con blancas y rosadas que prometen grandes sorpresas.
Según Pelegrina, los vinos del valle combinan fruta intensa, color, textura y concentración natural, lo que permite elaborar desde vinos jóvenes y frescos hasta líneas de alta gama. “La referencia que se toma es el Valle de Uco, pero con una identidad propia que San Juan debe potenciar”, explica.
Desafío y oportunidad: el enoturismo
El crecimiento del valle no solo es vitícola, también está ligado al turismo. Con proyectos gastronómicos, bodegas que reciben visitantes y un entorno natural único, Calingasta tiene condiciones para convertirse en un polo de enoturismo y gastronomía al estilo de Cafayate o Valle de Uco.
“San Juan necesita un lugar que lo identifique, y Calingasta tiene todo: historia, paisajes, vinos y proyectos que crecen año a año. Solo falta una visión estratégica para potenciarlo”, reflexiona el enólogo.

“Para mí, venir al valle no es un trabajo, es un placer. Este proyecto me une a la esencia del valle y a su gente. Calingasta tiene todo para consolidarse como un nuevo referente del vino argentino”, concluye Pelegrina.