Simón Tornello y 35.Cinco: vinos artesanales que reflejan la identidad del valle
En el corazón del valle, Simón Tornello apuesta a un proyecto vitivinícola artesanal que combina tradición, innovación y un fuerte arraigo comunitario. Desde 35.Cinco, su bodega, plantea que las oportunidades de la región están en la diversidad de suelos, el clima excepcional y el crecimiento paulatino que preserva la identidad local.
Oportunidades y desafíos del valle
“El valle tiene condiciones climáticas excepcionales: la sequedad, la altura, el frescor nocturno y la diversidad de suelos lo hacen ideal para producir distintas variedades de uvas”, explica Tornello. A ese potencial natural se suma la convivencia entre una viticultura patrimonial —con variedades adaptadas al lugar— y una viticultura internacional, más innovadora y disruptiva.
“Eso nos permite tener una diversidad enorme de interpretaciones, desde lo más tradicional hasta lo más experimental, en un entorno paisajísticamente extraordinario”, señala.

Productores locales y foráneos
Para el productor, la llegada de colegas de otras provincias es un aporte fundamental: “El valle hoy apenas transforma un 10% de su uva en vino. Cuantos más proyectos haya, más atractivos se generarán para que la gente venga y lo conozca. Suma muchísimo que vengan nuevos actores, porque enriquecen la interpretación y ayudan a posicionar la zona”.
Crecimiento e infraestructura
El desafío del crecimiento turístico e infraestructura está presente. “El crecimiento de la zona, si bien es lento, también nos permite ir afianzando la identidad del valle. Si el desarrollo es demasiado rápido, corremos el riesgo de perder parte de la magia que tiene este lugar: los vecinos que todavía se mueven a caballo, la vida tranquila y comunitaria”.
Tornello enfatiza que el crecimiento debe ser paulatino, incorporando proyectos gastronómicos, artísticos y turísticos de forma orgánica y cuidando la esencia del valle.
35.cinco: un proyecto artesanal con identidad
Su proyecto, 35.cinco, elabora vinos de parcela con uvas de diferentes parajes como Villa Pituil, Hilario, Sorocayense y Tamberías. Trabaja junto a pequeños productores y amigos, con quienes desarrolla tanto vinos tintos como cortes especiales.
“Hoy producimos unas 9.000 botellas al año y queremos mantener ese volumen por un par de años más, mientras mejoramos tecnología e infraestructura. Nos interesa sostener un espacio de recepción para comunicar los vinos desde la bodega”, cuenta.

El proyecto está abierto al enoturismo, siempre con reserva previa: “Somos nosotros mismos los que recibimos a la gente, y queremos mantener esa dinámica porque es la mejor forma de transmitir lo que hacemos”.