“La verdad es que esta es una continuación y un desprendimiento del proyecto original, de partida limitada, y lo que estamos haciendo ahora es una investigación del terroir en los que se desarrolla el Bonarda en la Argentina y especialmente en Mendoza. A través de nuestro equipo agronómico, del que es parte la ingeniera Jimena Castañeda, se estudia la localización. Con la cosecha del 2018 hemos explorado el mundo del terroir de Lavalle, el de Agrelo -donde surgió el proyecto inicial en el 2000-, y el del Cordón del Plata en el Valle de Uco. Esto es parte de la apertura vitivinícola nacional en la exploración del terroir”.
¿Qué características tiene cada uno?
“Es extraño para muchos escuchar el nombre de Jocolí, una geografía y una zona de Mendoza que puede dar grandes vinos. Es muy particular, casi un desierto; es el límite de Mendoza con San Juan y sus suelos son arenosos limosos, con algo de arcilla y un buen drenaje. Durante el período de maduración de las uvas tiene una muy buena amplitud térmica, que ronda los 20° C. Esto hace que sea una uva muy compleja, muy agradable y por supuesto muy bien seleccionada desde el viñedo, desde un trabajo de readecuación del rendimiento por planta, no superando los dos kilos y medio, con un sistema de conducción parral y sistema H, y puntualmente esta zona produce un vino, como bien define al Bonarda, muy elegante, con buen tenor alcohólico, suave y fácil de tomar”.

“Agrelo es la zona más tradicional para nuestra vitivinicultura de Nieto Senetiner. Es una zona con un suelo arcilloso, bien pesado, con muy buena retención de humedad y el primer descubrimiento de Nieto Senetiner en el mundo Bonarda. También parral, conducido bajo la misma productividad y en un sistema H, de alrededor de dos kilos, dos kilos y medio. La particularidad es que la amplitud térmica que sufre la uva durante todo el proceso de maduración es más baja, promedio de 15° C, que hace un vino más ácido por la condición de arcilla que tiene el suelo, y más tenso en la boca, con una menor concentración, pero no por eso menos interesante”.
“En la zona del Cordón del Plata descubrimos un viñedo de un tercero, también parral bajo la misma condición de los otros dos, el suelo es acá más limoso, con menos contenido de arcilla y da un volumen de vino mucho más amplio y con un final ácido que lo hace bastante complejo”.
¿Cómo fue el proceso?
“La vinificación en los tres fue repetir mismo año de viñedo de 1970 partiendo de que la uva estuviese madura y el añejamiento fuera igual así como la fecha de su fraccionamiento y envasado. La idea era mostrar la incidencia del suelo y del clima en cada región. Este año estamos elaborando alrededor de unas mil cajas de seis botellas cada una, que serán comercializadas en lugares muy particulares y la intención es seguir explorando el universo Bonarda en las distintas regiones de Argentina y de Mendoza en particular. El vino fue colocado en botella en enero, estamos transitando su segundo mes de vida y en Marketing están diseñando su vestimenta para que a mitad de año salga al circuito comercial”.

¿Cómo ves el futuro de la Bonarda?
“Creo que tiene un gran futuro en la Argentina, en la medida en que podamos trabajar y definir estilos por segmentos de precio. Ese es el gran deber pendiente para lograr una homogeneidad de productos donde el consumidor pueda identificar claramente la calidad del Bonarda. Hay que tener muy claro el concepto cualitativo y ser muy prolijo para que la relación precio-calidad sea certera”.
Su adaptación a los espumantes
“En la cosecha del 2017 exploramos la Bonarda en espumantes y fue una sorpresa. Hoy nos sentimos orgullosos en su tercer ciclo de vida casi, que el producto se mantiene con mucho potencial y es jovial, y nos entusiasma para que siga participando. Creo que este es otro gran desafío para la Argentina para hacerlo intervenir en espumantes”.