Ubicada en la emblemática cuna del vino en Agrelo, Luján de Cuyo, Bodega Anaia combina el prestigio vitivinícola de la zona con una marcada impronta de innovación.
La elección de este lugar no fue casual: “Podríamos habernos instalado en cualquier región de Argentina, pero siempre creímos en lo que la primera zona nos da. Aquí tenemos vecinos de renombre mundial y un terroir capaz de ofrecer vinos con identidad única”, afirma Gonzalo Serrano, enólogo de la bodega (foto superior).
El proyecto, iniciado en 2016 por Patricia Serizola y Osvaldo del Campo, cuenta con 72 hectáreas —60 cultivadas— donde se elaboran exclusivamente vinos con uva propia. En sus seis líneas, cada etiqueta es un single vineyard, fiel reflejo de Agrelo. Entre las variedades destacan Sauvignon Blanc, Viognier, Malbec, Cabernet Sauvignon, Pinot Noir, Merlot, Cabernet Franc, Syrah, Petit Verdot y Tannat.

Uno de los rasgos más distintivos de Anaia es su apuesta por la innovación en la elaboración. La bodega utiliza vasijas únicas en el mundo con forma de mate, hechas de concreto sin epoxi, que permiten un micro-oxigenado natural y potencian la expresión del vino.
“No se trata de elegir entre concreto o acero inoxidable, sino de lograr un recipiente perfecto para el estilo que buscamos, siempre garantizando la máxima limpieza y cuidado microbiológico”, explica Gonzalo.
La filosofía de la bodega se basa en tres pilares: respeto por la naturaleza, innovación y tecnología. Esto se traduce en un enfoque donde cada vino se libera al mercado únicamente cuando está listo para beber, sin apresurar su evolución natural. “Un vino es como un hijo: hay que respetar sus tiempos”, sostiene el enólogo.

La experiencia Anaia no termina en la copa. La bodega propone recorridos que incluyen gastronomía de autor maridada con sus vinos, en dos propuestas: Experiencia Anaia y Experiencia Supreme, ambas cuidadosamente diseñadas para realzar cada variedad. Además, ofrece un exclusivo lodge con seis habitaciones para estadías privadas, eventos corporativos, casamientos y presentaciones de alto perfil, siempre con la máxima discreción y atención personalizada.
Por último, una mención especial para su vino ícono, Oblivion, que va más allá del producto: es una experiencia sensorial que combina vino y música, buscando despertar emociones y conectar con los sentidos.

Con una valoración turística destacada en Mendoza y un equipo comprometido, Bodega Anaia se posiciona como un referente que fusiona historia y vanguardia en uno de los terruños más prestigiosos del país.