By Gabriel Bosso
Este momento iba a llegar, algunos más, otros menos, pero todos sabíamos que iba a llegar. Quienes tienen departamentos de análisis de mercados y flujos financieros han logrado inclusive determinar cuáles y en qué cantidades se va a mover el mercado del vino, pero aquellos que tienen pequeños o medianos proyectos y algo de experiencia saben que hemos llegado a la tan temida y amada meseta.
La meseta se presenta como el fin para muchos, múltiples oportunidades para otros y para los mas grandes es la conclusión de una gran estrategia. Hoy el mercado finalmente se divide en: los grandes grupos que acaparan cada vez más bodegas con la finalidad de eliminar competidores mediante la compra de marcas y posterior retirada del mercado o multiplicando las marcas de poder propio, esto implica que hoy la góndola de un supermercado está constituida en un 60% por tan solo 5 grandes jugadores de la industria.
Para el caso de las pequeñas bodegas, el escenario no cambió y en muchos casos, fundamentalmente en el segmento de vinotecas, siguen siendo la piedra en el zapato de estos gigantes del vino. Entonces seguirán sufriendo los problemas de logística habituales, los desprecios de los grupos oligopólicos de los insumos como el vidrio, los corchos y las papeleras, pero este segmento se mantiene firme. El problema se encuentra en el segmento medio, en bodegas por encima de los 450 mil litros hasta los 2 millones de litros. Este segmento es el mas castigado, sufre los problemas de los pequeños productores y gran parte de los problemas de los grandes productores.
Para el caso un pequeño productor que tiene 150 mil litros puede abastecerse de su propia finca, aunque muy probablemente quien produce 1 millón de litros deba salir a comprar uva y se encuentre en la puja con grandes grupos por un buen lote.
Esto da como resultado, que luego de consultar a varios propietarios de estas bodegas el 70% se considera hoy a la venta, es decir, o está en una cartera de ofertas o se sentaría sin problemas a escuchar una oferta.
Sin embargo esto no parece ser la amenaza/oportunidad. El nuevo paradigma de la industria está dado por la meseta del mercado, el cual sigue estancado en el consumo interno y la cifras muestran algo similar para el mercado externo, y en algunos casos a disminuido un poco. Es comprensible que eso pase y hay que entender el ciclo que viene que, bien ejecutado puede ser una nueva era de oro del vino Argentino.
El momento de hablar del Malbec de Argentina está agotado, ya todo el mundo sabe que es, solo resta consolidarlo. El momento del show de las novedades estrambóticas parece no importarle más a nadie, las inauguraciones de bodegas grandes como catedrales en donde el enólogo baja en paracaídas, ya no llama la atención, claro a menos que la empresa ponga una suma importante de dinero para traer periodistas desde cualquier parte. Instalar el súper chef del momento dentro de la bodega, tener una sala de ensayo dentro de una pileta de fermentación, hacer asado con la poda, mostrarse con japoneses, brasileros o ingleses andando a caballo bajando en medio de la cordillera y que justo detrás de una roca este el súper vino, no impacta. Esa sensación de que el vino se hace en Instagram y no en la bodega llegó a saturar inclusive hasta al más mediático de los críticos.
Ya esta muchachos, fue lindo durante muchos años y la verdad es que nos sirvió a todos.
Nos adentramos en donde las definiciones son territoriales y deben ser mas reales, donde debe, además de entusiasmo, haber rigor científico en los parámetros. Es el momento de hablar de Altamira, de Alto Valle de Río Negro, de Agrelo, Pedernal, o donde sea, pero con lujos de detalles, y donde las definiciones no pueden solamente provenir del grupo de bodegas de cada zona, sino que debe ser oficial. Se debe definir geopolíticamente cada región y además geomorfológicamente justificado. Es momento de que ya no haya más malbec argentinos y haya más Gualtallaryes, Arboledas y que en un restaurante de Londres se pida un “Perdriel” o por que no un “Alto Valle”. Quizás no sean esas las definiciones exactas a futuro, no importa, pero el mensaje debe cambiar.
Para esta etapa se requiere un replanteo integral de organismos como el INV, el cual no está a la altura de las circunstancias, y debe reformularse por completo para encarar esta nueva etapa, o plantearle al INTA nuevos trabajos de determinación de regiones y estudios de suelo y así determinar una definición clara de cuáles son las cualidades de tal o cual región, y si las instituciones no dan acuse de recibo sobre este trabajo, serán las mismas agrupaciones de bodegas quienes las comiencen a imponer, tal es el caso de PIPA en Altamira, o el grupo de bodegas de Gualtallary y quizás pase lo mismo en Pedernal.
Es el momento de comenzar a utilizar las mismas redes sociales, dejando de ensalzar a cinco o diez enólogos, con decenas de personajes secundarios dispuestos a matar/se por una foto junto a un vino que jamás podrían comprar y utilizarlas para fomentar cada micro región. Salirse del primer plano, para pensar en global.
Obvio, es fácil decirlo desde acá no?, pero ya hay muchos trabajando en eso, pequeños ejércitos silenciosos sin “nombre” y sin descanso para que esto suceda. Imagínense si a esto le sumamos autoridades nacionales que firmen acuerdos serios aunque más no sea con Brasil, nuestro principal socio en el Mercosur, en donde enviarle muestras a un importador no sea una actividad clandestina, o donde los acuerdos de fletes sean, mas lógicos, y donde la apertura de un mercado sea más natural que dramática para un productor.
Hace poco charlaba con un conocido importador del Reino Unido, que comparte esta visión y me decía: \”Argentina está entrando en una gran era de oportunidades en materia de vinos, pero si no muestran madurez la dejarán pasar sin aprovecharla.”
Estamos entrando en la meseta, es tiempo de seguir subiendo.